Desde niños aprendemos a asociar riesgo con peligro. Cuando un bebé empieza a caminar, solemos escuchar a un adulto detrás suyo repitiendo el mantra: ten cuidado, no te caigas. La escena se repite de una u otra manera a lo largo de nuestras vidas cada vez que nos encontramos frente a una situación riesgosa, ya sea aprender a usar tijeras o a andar en bicicleta.
Estas experiencias hacen que, como adultos, tendamos a asociar el cuidado con falta de riesgo y que nuestra noción de riesgo tenga una connotación generalmente negativa. Sin embargo, tomar riesgos también genera nuevas oportunidades en el terreno de las inversiones.
¿Qué te pareció el contenido?
SiNo