Una de las preguntas más comunes que se plantea cualquier inversionista, es si debe optar por una estrategia de inversión a corto o largo plazo. Para obtener una respuesta acertada, es crucial evaluar los objetivos financieros que se buscan lograr, lo que implica determinar si se aspira a resultados inmediatos o si se cuenta con la solidez financiera y el tiempo requerido para una inversión a largo plazo. 

Cada alternativa implica una serie de beneficios y riesgos particulares; sin embargo, para determinar cuál opción se adapta mejor a las metas por alcanzar, es primordial definir los instrumentos de inversión necesarios para obtener la rentabilidad deseada. 

Las inversiones a corto plazo son aquellas que se mantienen en un periodo de entre tres meses y un año, aproximadamente, y que tienen una liquidez alta, lo que se traduce en dinero en efectivo. Este tipo de inversiones se suelen destinar a objetivos específicos como un próximo viaje o alguna compra o reparación. 

Por lo general, están compuestas principalmente por alternativas de renta fija y es común que quienes optan por ellas sean inversionistas principiantes, ya que les permite disponer del capital invertido en un periodo más breve, evitando los riesgos que pueden presentar los instrumentos de renta variable. 

Algunos ejemplos de instrumentos de inversión a corto plazo incluyen CETES, depósitos bancarios a plazo fijo, letras del tesoro y bonos gubernamentales, entre otros.  

De acuerdo con los expertos, contar con un fondo de emergencia en una inversión a corto plazo es una opción adecuada, pues adicional a que el dinero no se encuentra detenido (perdiendo valor con el tiempo debido a la inflación en una cuenta de ahorro), existen opciones de liquidez diaria ofreciendo la posibilidad de contar con el efectivo necesario. 

En el caso de las inversiones a largo plazo, el periodo en el que se pone a trabajar el dinero para generar rendimientos puede oscilar desde varios años hasta décadas. Este tipo de inversiones permite enfocarse en un panorama general evitando el estrés asociado con las fluctuaciones diarias del mercado. 

Es una de las estrategias de inversión más destacadas por su capacidad para manejar la volatilidad, ofrecer altos rendimientos y aprovechar al máximo el interés compuesto, el cual implica generar intereses a partir del capital invertido, los cuales se reinvertirán junto con el capital inicial para generar aún más rendimientos. 

Por lo anterior, dependiendo del perfil del inversionista que se tenga, así como la tolerancia al riesgo, se puede elegir entre una amplia variedad de instrumentos de inversión a largo plazo como fondos, fondos cotizados en bolsa o ETFs (Exchange Traded Fund por sus siglas en inglés), fondos indexados o acciones individuales en la bolsa de valores, entre otros. 

Cualquiera que sea la elección, principalmente cuando se habla de inversiones a largo plazo, es primordial incluir en la estrategia de inversión, un plan de diversificación que permita no sólo buscar la generación de ganancias, si no que nos sirva para identificar, evaluar y mitigar los riesgos asociados a la volatilidad económica y a los cambios en el mercado, ya que diversificar nos permite construir un portafolios de inversión sólido y resiliente.