El alto costo de la incertidumbre: cómo las políticas comerciales impredecibles erosionan la inversión y la riqueza 

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En el mundo de las inversiones, el riesgo es inevitable, pero la incertidumbre es opcional. Los mercados funcionan en base a probabilidades, no a suposiciones. Cuando los gobiernos introducen impredecibilidad, especialmente en las políticas comerciales, alteran el flujo natural de capital, la inversión y el crecimiento económico. El efecto no es meramente teórico: se refleja en los precios de las acciones, en las decisiones corporativas y, en última instancia, en los rendimientos de largo plazo para los inversionistas.

La incertidumbre es un destructor de riqueza.

Los inversionistas saben cómo valuar el riesgo. Una empresa con flujos de efectivo estables, aunque no crezca rápidamente, atraerá capital. Por otro lado, una empresa volátil, sujeta a cambios regulatorios y a un liderazgo errático, tendrá dificultades para encontrar inversionistas dispuestos a financiar sus planes de largo plazo. El mismo principio aplica a economías enteras.

Tomemos como ejemplo la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Los aranceles iniciales fueron un factor importante, pero las verdaderas consecuencias negativas provinieron de los constantes cambios de política: amenazas de aumentar tarifas, suspensiones temporales, negociaciones de último minuto. Las empresas que habrían expandido operaciones o construido nuevas fábricas optaron por quedarse con su capital en la mano. Cada retraso en la producción, cada contratación pospuesta y cada inversión detenida se convirtió en una pérdida permanente para el crecimiento económico.

La evidencia empírica respalda esta realidad. Un estudio de la Reserva Federal encontró que la incertidumbre relacionada con los aranceles alcanzó niveles récord entre 2016 y 2019, superando incluso crisis económicas anteriores. El mercado de valores reaccionó en consecuencia: en los días en que se anunciaron nuevas tarifas, la bolsa estadounidense perdió miles de millones de dólares. En conjunto, el valor de mercado cayó 12% en tan solo 11 días clave de 2018 y 2019. Estamos hablando de más de 4 billones de dólares que se esfumaron, no por los aranceles en sí, sino por la incertidumbre sobre lo que sucedería después.

Para los inversionistas mexicanos, la lección es clara: los entornos políticos inestables destruyen la riqueza con mayor eficacia que la regulación misma.

México no es inmune

Aunque la atención mediática se concentre en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China, México también enfrenta vulnerabilidades propias. La economía mexicana depende en gran medida de la estabilidad de las relaciones comerciales con Estados Unidos, especialmente bajo el marco del TLCAN y su sucesor, el T-MEC.

La imprevisibilidad política reciente—tanto en México como en Estados Unidos—ha puesto en jaque esa estabilidad. Las amenazas de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, que luego se retiraron, generaron dudas entre las empresas que contemplaban expandir sus operaciones. El peso mexicano, por su parte, reacciona con volatilidad ante rumores de cambios en la política comercial, lo que impacta desde las expectativas de inflación hasta los costos de financiamiento para las compañías.

Incluso si a la larga se alcanza un acuerdo comercial sólido, el daño ya estaría hecho. La incertidumbre paraliza la economía, y el tiempo que se pierde se traduce en capital perdido.

El mercado recompensa la estabilidad

Los inversionistas más astutos saben que el mercado descuenta la impredecibilidad. Si un país o una empresa se ganan la reputación de cambiar las reglas sobre la marcha, el capital emigra. Los inversionistas de largo plazo buscan entornos en los que puedan anticipar, con una confianza razonable, el panorama político y económico a cinco, diez o veinte años en el futuro.

Por eso, los países con instituciones sólidas y regulaciones predecibles suelen atraer Inversión Extranjera Directa (IED), mientras que aquellos con gobernanza inestable experimentan fuga de capitales. Los inversionistas no temen a las reglas; temen a las reglas que cambian de manera impredecible.

Qué pueden hacer los inversionistas

Para los inversionistas mexicanos en particular, hacer frente a este escenario requiere de disciplina:

1. Enfocarse en negocios con poder de fijar precios. Las empresas que pueden traspasar costos al consumidor—gracias a su marca, tecnología avanzada o posición cuasi-monopólica—son menos vulnerables a las políticas comerciales.

2. Favorecer sectores con resiliencia interna. Mientras que las industrias dependientes del comercio exterior enfrentan mayores riesgos, sectores como infraestructura, salud y bienes de consumo básico suelen ser más inmunes a los vaivenes de la política comercial.

3. Buscar descuentos en valuaciones. El pánico genera oportunidades. Cuando la incertidumbre causa ventas masivas, los inversionistas disciplinados encuentran gangas en empresas de calidad que mantienen fundamentos sólidos.

4. Protegerse del riesgo cambiario. La volatilidad del peso suele deberse a factores externos, en especial a las decisiones en Estados Unidos. Estrategias de cobertura cambiaria pueden salvaguardar el portafolio de fluctuaciones innecesarias.

5. Diversificar entre mercados y clases de activos. Mantener inversiones en diferentes industrias, geografías y tipos de instrumentos financieros reduce la dependencia de una sola economía o política comercial.

Conclusión: el costo de la incertidumbre es permanente, pero puede administrarse

Invertir no consiste en adivinar quién ganará la próxima elección ni en anticipar el siguiente cambio de política. Consiste en identificar negocios y entornos económicos con la capacidad de generar riqueza de manera sostenida a lo largo del tiempo.

La incertidumbre comercial, al igual que cualquier incertidumbre, castiga a quienes dudan y premia a quienes se preparan. La historia demuestra que las políticas estables y las decisiones racionales impulsan la prosperidad, mientras que la imprevisibilidad de los líderes acaba con el valor—en ocasiones de forma irrecuperable.

Para los inversionistas de largo plazo, la clave es clara: enfocarse en los fundamentos, mantener la disciplina y recordar que, comprendida adecuadamente, la incertidumbre puede transformarse en oportunidad.

Dicho esto, ningún inversionista debe concentrar toda su cartera en un solo mercado, sector o régimen político. La diversificación continúa siendo la herramienta más confiable contra la incertidumbre. Un portafolio bien estructurado, que incluya exposición internacional, activos alternativos y distintos sectores económicos, ayuda a mitigar los riesgos asociados a políticas gubernamentales erráticas.

Sin embargo, diversificar no significa únicamente repartir el capital en varias acciones. Requiere de una asignación cuidadosa entre diferentes clases de activos, geografías y factores de riesgo. Y aquí es donde la asesoría financiera profesional adquiere un papel fundamental.

Un asesor con experiencia en mercados globales puede ayudar a enfrentar la incertidumbre comercial, cubrir los riesgos cambiarios y diseñar un portafolio capaz de resistir choques externos. En un mundo impredecible, contar con una estrategia de inversión clara y disciplinada no es un lujo, sino una necesidad.

Autor

Julio Cacho

Autor

Julio Cacho

Miembro de la Facultad de Economía en Rice University, especialista en inversiones cuantitativas y gestión de riesgos con más de 20 años de experiencia. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas. Actuario y Economista (ITAM) con Doctorado en Economía y Finanzas por Princeton University.