
Economía “Teflón”: enseñanzas para los inversionistas mexicanos
La sorprendente resiliencia de una economía en crisis
Hace más de ocho décadas, cuando los tanques alemanes ocuparon Francia y la incertidumbre reinaba, los inversionistas británicos siguieron apostando por la bolsa de Londres. Contra todo pronóstico, al final de la guerra habían duplicado su dinero en términos reales. La anécdota se repite hoy: aunque el mundo parece inmerso en una *polycrisis* —pandemia, guerra en Europa, choques energéticos, disputas comerciales y tensiones geopolíticas—, la economía global sigue creciendo. La caída durante la pandemia fue breve; en 2021 y 2022 el PIB mundial volvió a expandirse cerca de 3% anual. Hasta la última actualización del Fondo Monetario Internacional (FMI), las previsiones apuntan a que el crecimiento mundial en 2025 se acerque a 2.8%, apenas por debajo del 3.3% pronosticado a principios de año. En otras palabras, las crisis han sido absorbidas, y la economía ha demostrado una capacidad de adaptación notable.
La explicación no reside en la ausencia de choques, sino en la forma en que las empresas y los gobiernos han respondido. Un nuevo tipo de capitalismo —al que algunos llaman la “economía teflón”— se ha forjado gracias a cadenas de suministro más ágiles, una transición energética en marcha y autoridades dispuestas a intervenir con contundencia. Para los inversionistas mexicanos, comprender esta dinámica es crucial, pues el futuro de sus portafolios dependerá tanto de la resiliencia global como de la capacidad del país para insertarse en esta nueva realidad.
Cadenas de suministro: de la fragilidad al rediseño
Durante la pandemia se difundió la idea de que la globalización había creado cadenas de suministro frágiles. Sin embargo, los datos sugieren lo contrario: los cuellos de botella fueron temporales y la producción se recuperó rápidamente. Un reporte de The Economist analiza 33 000 productos importados por Estados Unidos entre 1989 y 2024 y concluye que los casos en los que las importaciones caen más de 20% mientras los precios suben más de 20%, señal de un fallo severo, han disminuido con el tiempo.
Parte de esa resiliencia se debe a que las empresas se han profesionalizado. Según un estudio de la consultora de la unidad de inteligencia de The Economist, 88 % de las compañías planean reconfigurar sus cadenas de suministro en 2025, con un enfoque dual: diversificación (46 % de los encuestados busca abastecerse en múltiples regiones) y localización (regresar procesos cerca del consumidor). Esta estrategia tiene un objetivo evidente: reducir la dependencia de un solo país —en particular China— y aprovechar oportunidades en mercados nuevos. Otra tendencia complementaria es el nearshoring: alrededor de una cuarta parte de las empresas muda etapas de producción a países cercanos para mitigar riesgos geopolíticos y un 20 % busca autoabastecerse reduciendo la dependencia de proveedores externos.
En México, estas tendencias se traducen en oportunidades concretas. Un análisis de Mexico Business News señala que, para consolidar su posición como centro de *nearshoring*, el país deberá invertir en infraestructura logística (carreteras y ferrocarriles), conectividad digital, seguridad en la cadena (rastreo en tiempo real) y prácticas sustentables. Tales inversiones atraen capital y fortalecen la resiliencia ante futuras perturbaciones. Paralelamente, el “Plan México” impulsado por la presidenta Claudia Sheinbaum incluye un paquete de incentivos de 30 000 millones de pesos (unos USD 1.4 mm) para empresas que inviertan en activos fijos y entrenamiento tecnológico. El gobierno estima que sustituir apenas 10 % de las importaciones de América del Norte procedentes de China por producción regional elevaría el PIB de México en 1.2 %, el de Estados Unidos en 0.8 % y el de Canadá en 0.2 %. Estas cifras demuestran la oportunidad estratégica para la industria mexicana.
Transición energética y descenso de la intensidad petrolera
Otra pieza del rompecabezas de la resiliencia económica radica en la energía. A diferencia de las crisis petroleras de los años setenta, los recientes ataques en Oriente Medio apenas han movido el precio del crudo. Ello se debe a dos factores:
- Diversificación de la oferta. Estados Unidos produce hoy más petróleo y gas que nunca gracias al *shale*, mientras que otros productores fuera de la OPEP también han aumentado su participación.
- Menor intensidad energética. La economía mundial utiliza menos petróleo por cada unidad de PIB. Un análisis del Centro de Política Energética de Columbia muestra que en 1973 se requería casi un barril de petróleo para generar USD 1 000 de PIB (en dólares de 2015). Para 2019 esa cifra cayó a 0.43 barriles, un descenso de 56%. Sorprendentemente, este descenso ha sido lineal: guerras, recesiones y cambios de precio no han alterado la tendencia.
La reducción de la intensidad petrolera, combinada con el auge de las renovables, limita el impacto de los shocks de oferta. Para México, un país exportador de petróleo pero también cada vez más usuario de energías limpias, la oportunidad está en aprovechar los ingresos petroleros para financiar la transición y en desarrollar un sector eléctrico competitivo que abastezca a las nuevas plantas automotrices y de semiconductores atraídas por el *nearshoring*.
Políticas monetarias y la revolución silenciosa en los mercados emergentes
La tercera pata de la economía teflón es la mejora en la gestión macroeconómica. En los años noventa solo unos pocos países en desarrollo adoptaban metas explícitas de inflación; hoy, la mayoría ha fortalecido su autonomía y transparencia. Gita Gopinath, subdirectora del FMI, resume esta evolución: los bancos centrales de mercados emergentes han desarrollado marcos de política más sólidos desde finales de los noventa, con mandatos de estabilidad de precios, mayor independencia operacional y mayor rendición de cuentas. Estos avances les permitieron responder rápidamente a la pandemia y al repunte inflacionario posterior, elevando las tasas para contener las expectativas.
Para los inversionistas mexicanos, esta profesionalización es alentadora. Significa que países comparables a México cuentan con bancos centrales creíbles, capaces de anclar expectativas y responder a shocks. A nivel local, el Banco de México goza de autonomía constitucional y ha utilizado su política monetaria de manera preventiva, lo que ayuda a preservar la estabilidad del peso y a contener la inflación.
Fiscalidad expansiva y riesgos latentes
Si las cadenas de suministro y la política monetaria aportan resiliencia, el ingrediente más controversial de la economía teflón es la expansión fiscal. Desde la crisis financiera de 2008, y especialmente durante la pandemia y la crisis energética, los gobiernos de países ricos han gastado cantidades sin precedente. El Economist señala que durante la pandemia las economías avanzadas gastaron más de 10 % del PIB en paquetes de apoyo, y en 2022 gastaron otro 3 % para compensar el alza de la energía. Incluso en ausencia de crisis, los déficits superan en promedio 4 % del PIB, niveles mucho más altos que en los años noventa.
Esta generosidad tiene ventajas evidentes: mantiene el empleo y apuntala el consumo, y ayuda a que los mercados “compran la caída” con confianza. Sin embargo, el endeudamiento creciente plantea riesgos. El FMI advirtió en abril de 2025 que el crecimiento global se desacelerará a 2.8 % en 2025, en parte debido a la imposición de tarifas generalizadas en EE.UU., y señaló que la incertidumbre sobre políticas futuras puede frenar la inversión. Además, tasas de interés más altas encarecen el servicio de la deuda; solo Estados Unidos destina más de 3 % de su PIB al pago de intereses. Un entorno de recesión podría obligar a recortes abruptos, afectando la confianza y la demanda.
Para México, cuya deuda pública es menor que la de muchas economías avanzadas pero cuyo espacio fiscal es limitado, el desafío es mantener la prudencia. Un uso inteligente de los ingresos extraordinarios —por ejemplo, los derivados de las remesas y del aumento de la inversión extranjera— debería destinarse a infraestructura y educación, no a subsidios permanentes. Así se evita la “trampa de la complacencia” que denuncian algunos economistas.
Oportunidades y cautelas para el inversor mexicano
El escenario descrito ofrece oportunidades reales para los inversionistas mexicanos, pero también exige disciplina. Algunas reflexiones concretas:
- Aprovechar el *nearshoring*. La relocalización de cadenas productivas hacia México es una realidad. El plan gubernamental y los paquetes de incentivos permiten que industrias como la automotriz, la electrónica y la de semiconductores se establezcan en el país. No obstante, la infraestructura logística, la seguridad jurídica y la capacitación laboral determinarán qué estados se benefician. Invertir en empresas con posiciones sólidas en logística y en desarrolladores de parques industriales puede ser una forma de capturar este crecimiento. Recuerde que el FDI en México alcanzó un máximo histórico de US$35.737 mm en el tercer trimestre de 2024, donde solo 6 % provino de nuevas inversiones; la meta es transformar este flujo en inversión productiva de largo plazo.
- Diversificación geográfica y sectorial. Siguiendo la lógica de la diversificación de las cadenas de suministro, los portafolios deben incluir activos internacionales y no concentrarse únicamente en una economía, por fuerte que parezca. Esto es particularmente importante ante posibles shocks geopolíticos (por ejemplo, un conflicto en el estrecho de Taiwán) que afectarían el suministro de semiconductores. La historia demuestra que los mercados incorporan rápidamente la información; tratar de anticipar la próxima crisis es muy difícil.
- Enfoque en valor y fundamentales. A pesar del optimismo bursátil y de la popular estrategia de “comprar en la caída”, es importante distinguir entre valoraciones fundamentadas y euforia. Empresas con flujos de caja sólidos, ventajas competitivas y buena gobernanza tienden a resistir mejor las crisis. Evite endeudarse en exceso para comprar activos volátiles; las tasas altas pueden volverse un peso cuando el ciclo se revierte.
- Vigilancia de la política fiscal y monetaria. Un inversionista prudente no ignora los déficits crecientes ni la posibilidad de un endurecimiento monetario adicional. Las decisiones de inversión deben considerar el riesgo de inflación y de devaluación, así como la evolución de las tasas en Estados Unidos, pues impactan el costo de financiamiento en México. Del mismo modo, el seguimiento a las decisiones de la nueva administración en cuanto a gasto público y reformas energéticas será clave para evaluar el clima de negocios.
Conclusión: entre el teflón y la responsabilidad
La economía mundial ha mostrado una capacidad admirable para amortiguar golpes sucesivos gracias a cadenas de suministro profesionales, una transición energética que reduce la dependencia del petróleo y bancos centrales más competentes. No obstante, esta aparente invulnerabilidad no debe confundirse con invencibilidad. El endeudamiento público, las tensiones geopolíticas y el riesgo de choques estructurales persisten.
Para los inversionistas mexicanos, el mensaje es claro: existen oportunidades extraordinarias derivadas del *nearshoring* y del papel de México en las cadenas de suministro de América del Norte. Pero capturar estas oportunidades requiere disciplina financiera, análisis fundamental y consciencia de los riesgos macroeconómicos. Invertir no es apostar a que todo subirá; es asignar capital con prudencia, buscando valor real y manteniendo la calma ante la volatilidad. A la larga, los mercados premian la paciencia y el juicio informado; el teflón ayuda, pero la estrategia sigue siendo el ingrediente esencial.
Un corolario importante de esta enseñanza es la diversificación. La experiencia muestra que los inversionistas que distribuyen su capital entre distintas regiones, sectores y clases de activos —acciones, bonos, bienes raíces y fondos cotizados, por ejemplo— obtienen un colchón adicional ante eventos inesperados. Diversificar no es una moda, sino reconocer humildemente que nadie puede anticipar con exactitud dónde ni cuándo surgirá el próximo shock. Esa dispersión de riesgos permite preservar el patrimonio mientras se aprovechan las distintas fuentes de crecimiento.
Además, es prudente contar con el acompañamiento de un asesor financiero profesional. Un experto puede ayudar a definir los objetivos, calibrar la tolerancia al riesgo y ajustar la estrategia ante cambios macroeconómicos o en la situación personal del inversionista. La correcta asignación de activos no es un lujo reservado a los grandes patrimonios, sino una herramienta necesaria para mitigar la volatilidad y maximizar el potencial de crecimiento a largo plazo. Con una cartera diversificada y asesoría idónea, el inversor mexicano podrá navegar las aguas de la economía teflón con mayor seguridad.
- Impact Economist, “Supply-chain restructuring: don’t just manage, strategise” (2025). La encuesta muestra que 88 % de las empresas planea reconfigurar sus cadenas de suministro; 46 % opta por diversificación y 37 % quiere reducir la dependencia de un solo país. También destaca que 24 % trasladará etapas productivas a regiones cercanas y 20 % aumentará la autosuficiencia.
- Mexico Business News, “How Nearshoring Is Reshaping Supply Chains in 2025” (27 marzo 2025). El artículo enfatiza que México debe invertir en infraestructura, digitalización, seguridad y sostenibilidad para consolidarse como centro de *nearshoring* y reporta que, en el tercer trimestre de 2024, el país alcanzó un máximo histórico de US$35.737 mm en IED, de los cuales sólo 6 % correspondió a nuevas inversiones.
- Supply Chain Dive, “Mexico creates nearshoring incentives in push for regional integration” (24 enero 2025). Describe el paquete de incentivos de 30 000 millones de pesos para empresas que inviertan en México y subraya que sustituir 10 % de las importaciones de América del Norte procedentes de China podría incrementar el PIB mexicano en 1.2 %.
- Gita Gopinath (FMI), “Steering through the Fog: The Art and Science of Monetary Policy in Emerging Markets” (mayo 2025). Explica que los bancos centrales de mercados emergentes han fortalecido sus marcos desde los años 90, adoptando metas de inflación y mejorando su independencia y transparencia; estas mejoras les permitieron responder con rapidez a la pandemia y al repunte inflacionario.
- Columbia University Center on Global Energy Policy, “Oil Intensity: The Curiously Steady Decline of Oil in GDP” (septiembre 2021). Documenta que la cantidad de petróleo necesaria para generar USD 1 000 de PIB cayó de casi un barril en 1973 a 0.43 barriles en 2019, un descenso de 56%, y que la tendencia descendente ha sido lineal y resistente a crisis y guerras.