El dilema de los bonos: cuando los gobiernos se endeudan más rápido que la paciencia de los inversionistas
Durante décadas, los bonos gubernamentales fueron el símbolo de la seguridad. Eran el refugio del inversionista prudente, la base de los portafolios institucionales y la referencia de las tasas de interés del mundo. Hoy, esa percepción está cambiando. No porque la aritmética haya cambiado, sino porque la política —y la realidad fiscal— están cuestionando los supuestos que sostenían esa “seguridad”.
Los gobiernos de las economías desarrolladas enfrentan un problema tan evidente como ignorado: gastan sistemáticamente más de lo que ingresan, mientras prometen mantener estabilidad, bienestar y crecimiento. Como describió The Economist en octubre de 2025, los caminos para resolver esa deuda insostenible son contados: reducir el gasto, aumentar impuestos, crecer de manera extraordinaria caer en default o inflar la deuda con dinero nuevo. Las tres primeras rutas son políticamente impopulares o económicamente improbables. Las dos últimas —default o inflación— son, las que históricamente terminan ocurriendo.
El espejismo de la deuda sin costo
En un entorno donde las tasas de interés permanecieron artificialmente bajas durante casi dos décadas, los gobiernos se acostumbraron a pensar que la deuda era gratuita. Pero los mercados no perdonan la ilusión del control político sobre la realidad económica. A medida que el gasto público y los déficits aumentan, los inversionistas exigen mayores rendimientos para comprar bonos de largo plazo. En términos simples, los precios de los bonos caen cuando los gobiernos pierden credibilidad fiscal.
Conviene recordar que los bonos gubernamentales emitidos en moneda local son, en teoría, prácticamente libres de riesgo de crédito: el emisor —el propio gobierno— puede pagar siempre pagar cupones y principal en su propia moneda. Sin embargo, esto no elimina los riesgos financieros para el inversionista. Los bonos de largo plazo enfrentan el llamado riesgo de duración —o de liquidación, pues su precio es muy sensible a los cambios en las tasas de interés. Por otro lado, los bonos de corto plazo enfrentan el riesgo de reinversión, ya que nadie puede garantizar que, al vencerse, podrán reinvertirse a tasas similares o superiores. En otras palabras, el riesgo no desaparece: simplemente cambia de forma.
La tentación inflacionaria y el rol de los bancos centrales
Cuando los gobiernos enfrentan deudas que superan 150 % del PIB, la tentación de recurrir a la inflación se vuelve casi irresistible. Crear dinero para pagar deudas es políticamente más fácil que recortar pensiones o subir impuestos. Sin embargo, la inflación es un impuesto disfrazado que castiga el ahorro, distorsiona precios y destruye la confianza en la moneda.
Aunque los bancos centrales son, en principio, independientes y responsables de controlar la inflación, esa independencia no es absoluta. En la práctica, puede erosionarse gradualomente bajo presión política o mediante nombramientos estratégicos. Un gobierno que aumenta persistentemente el gasto o la deuda genera presiones inflacionarias indirectas, porque el exceso de déficit eleva las expectativas de inflación y obliga al banco central a reaccionar con tasas más altas. Si el banco central mantiene su independencia, el resultado suele ser una recesión temporal; si cede a la presión política, el resultado es una inflación más alta y duradera. En ambos casos, los inversionistas en bonos pagan el precio.
Lecciones para el inversionista mexicano
Aunque México mantiene una política fiscal más prudente y un banco central independiente, la lección es clara: los inversionistas deben diversificar inteligentemente y protegerse del riesgo inflacionario global. En un mundo donde los bonos de largo plazo pueden ser los próximos perdedores, depender de ellos como refugio puede ser un error costoso.
Esto no significa eliminar los bonos, sino entender su verdadero rol: instrumento de liquidez y estabilizador de corto plazo, no generador de riqueza real. Las carteras mexicanas expuestas a bonos de países desarrollados deben asumir que su rendimiento real —después de inflación— será bajo o incluso negativo en los próximos años.
La evidencia empírica muestra que los mercados accionarios globales, aunque volátiles, ofrecen rendimientos reales positivos a largo plazo porque representan propiedad sobre activos productivos. La clave, como siempre, es la diversificación: miles de empresas, múltiples países, todos los sectores. En cambio, los bonos dependen de la promesa de un gobierno de pagar mañana lo que ya gastó hoy. Cuando esa promesa se debilita, el papel se deprecia.
Conclusión: realismo, diversificación y asesoría profesional
La deuda pública de las economías ricas se ha convertido en una trampa autoinfligida. Los inversionistas que compran bonos de largo plazo apuestan, consciente o inconscientemente, a que los gobiernos harán lo políticamente imposible: ejercer disciplina fiscal sin recurrir a la inflación.
La historia y la teoría económica sugieren que esa apuesta rara vez gana. Los precios de los bonos, como los de cualquier activo, ya reflejan toda la información disponible, pero eso no elimina el riesgo de pérdida real. En última instancia, la inflación es el mecanismo con el que los gobiernos transfieren riqueza de los ahorradores al Estado.
Por eso, los inversionistas mexicanos deben mantener una visión realista y profesional: comprender los incentivos de los gobiernos, las limitaciones de la política monetaria y entender el papel de la inflación como corrector de excesos fiscales.
En este contexto, la diversificación no es una moda, sino una necesidad. Distribuir el riesgo entre distintas clases de activos —acciones, bonos, instrumentos reales y globales— es la mejor defensa frente a escenarios de inflación o recesión. Y aunque la teoría económica provee los principios, la ejecución disciplinada y prudente requiere un acompañamiento profesional. Un asesor financiero con visión global puede ayudar a construir portafolios robustos que sobrevivan a las crisis fiscales y a las tentaciones inflacionarias de los gobiernos.
- The Economist, “The Case Against Holding Bonds”, Special Report, 13 de octubre de 2025.
- Mankiw, N.G. (2025). Fiscal Imbalances and the Future of Inflation. Harvard University Speech.
- Friedman, M. (1963). Inflation: Causes and Consequences. University of Chicago Press.
- Fama, E. F. (1970). Efficient Capital Markets: A Review of Theory and Empirical Work. Journal of Finance.
- Reinhart, C. & Rogoff, K. (2009). This Time is Different: Eight Centuries of Financial Folly. Princeton University Press.
- Banco de México (2024). Informe Anual sobre Inflación y Política Monetaria.
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