
La aparente unanimidad de los economistas: ¿realidad o ilusión?
Durante siglos, los economistas se han caracterizado por el debate y la división. Desde los mercantilistas enfrentados con los clásicos del siglo XVIII, hasta la pugna del siglo XX entre keynesianos y monetaristas, la profesión ha vivido de las controversias. En años recientes, surgieron disputas entre quienes defienden la hipótesis de mercados eficientes y quienes ponen el énfasis en sesgos conductuales. Sin embargo, las encuestas más recientes del Clark Centre for Global Markets de la Universidad de Chicago sugieren algo sorprendente: una creciente unanimidad en temas clave.
En 2025, cuando el presidente Donald Trump destituyó a Erika McEntarfer, la principal estadística laboral de Estados Unidos, 100% de los economistas encuestados coincidió en algo poco habitual: no había evidencia de sesgo en la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS). Para una disciplina famosa por su “fisiparosidad”, la unidad resultó llamativa.
Donde sí hay consenso
Las encuestas del Clark Centre muestran que, en al menos un cuarto de las preguntas, más del 90% de los economistas se alinean en la misma dirección. Y en áreas sensibles para los inversionistas, los acuerdos son contundentes:
- Libre comercio: casi ningún economista serio defiende los aranceles como motor de prosperidad nacional. La evidencia empírica acumulada durante décadas y en múltiples países demuestra que el comercio eleva el bienestar promedio, aun cuando genere ganadores y perdedores sectoriales.
- Política fiscal: los recortes de impuestos raramente se autofinancian. El consenso descarta la idea de que extender reducciones fiscales, como las de la primera administración Trump, tenga efectos significativos sobre el crecimiento de largo plazo.
- Impuestos pigouvianos: gravámenes para internalizar externalidades (como emisiones de carbono o consumo de tabaco) son ampliamente aceptados.
- Política monetaria: la politización de la banca central es vista como peligrosa. Los datos históricos respaldan la independencia de los bancos centrales como garante de estabilidad de precios.
Este consenso, lejos de reflejar alineamientos ideológicos, se basa en evidencia estadística robusta. La acumulación de datos sobre comercio, migración calificada o impactos fiscales permite conclusiones más firmes que en áreas donde los episodios son escasos o idiosincráticos.
Donde persiste la división
El verdadero interés surge en los puntos de disenso. En materia de antimonopolios, no hay consenso claro sobre si las fusiones aéreas fueron benéficas, si las plataformas tecnológicas deben fragmentarse o si las firmas de inteligencia artificial requieren mayor escrutinio.
Algo similar ocurre en regulación financiera. Todos coinciden en que se necesita supervisión —incluyendo a intermediarios no bancarios, hoy protagonistas del sistema—, pero la intensidad y el diseño de esa regulación generan fracturas: ¿conviene limitar el tamaño de los bancos al 4% de los activos del sector? ¿Ampliar el seguro de depósitos? Las respuestas rara vez alcanzan una mayoría de más del 60%.
La explicación es sencilla: los datos. Mientras los efectos de los aranceles o la inmigración calificada se miden con décadas de evidencia, los casos antimonopólicos o las crisis bancarias son poco frecuentes y difíciles de generalizar.
La frontera de la incertidumbre
Donde los economistas muestran mayor cautela es en lo novedoso. ¿Generará la inteligencia artificial un aumento en el PIB per cápita superior al que produjo internet? ¿Tendrán las stablecoins un rol dominante en los pagos dentro de diez años? ¿El crecimiento del crédito privado incrementa el riesgo sistémico? Aquí, la honestidad profesional impone reconocer la incertidumbre.
La lección para el inversionista es clara: los economistas pueden ofrecer confianza cuando la evidencia es amplia y repetida. Pero cuando el terreno es nuevo, conviene desconfiar de certezas prematuras.
Reflexiones para el inversionista mexicano
Para el inversionista en México, estas conclusiones tienen implicaciones directas. La defensa del libre comercio y de la migración calificada sugiere que las políticas proteccionistas y restrictivas suelen ser destructivas de valor. El consenso sobre la independencia de los bancos centrales recuerda la importancia de cuidar la autonomía de instituciones como Banxico.
Al mismo tiempo, el disenso en áreas de innovación y regulación financiera subraya un punto central: la incertidumbre es inherente al futuro. Quien invierte debe aceptar que no hay fórmulas infalibles. Diversificar entre activos, horizontes temporales y geografías sigue siendo la mejor estrategia frente a lo desconocido.
Finalmente, el consenso creciente en la profesión debería tranquilizar al inversionista: no todo es caos y contradicción. Hay principios sólidos —desde la apertura comercial hasta la disciplina monetaria— que guían las decisiones correctas en política económica y, por extensión, en las estrategias de inversión. Pero incluso estos principios requieren un manejo prudente y adaptado a la realidad particular de cada persona y cada mercado. Por ello, apoyarse en un asesor financiero profesional puede marcar la diferencia entre navegar con confianza la incertidumbre o exponerse innecesariamente a riesgos evitables.