¿Magia financiera o ilusión matemática? La verdad detrás de la IRR 

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Una inversión exitosa depende menos de seleccionar oportunidades extraordinarias y más de evitar errores costosos. Entre estos últimos destaca la fascinación con una métrica particular: la tasa interna de retorno (IRR). Popularizada por los fondos de capital privado (private equity), la IRR ofrece una ilusión matemática que distorsiona la percepción del rendimiento real. Entender esta trampa resulta fundamental, especialmente en un contexto en que el capital privado atrae cada vez más la atención de inversionistas mexicanos. 

Durante décadas, administradores prestigiosos como KKR o Apollo han presentado IRRs excepcionales, en algunos casos cercanas al 30 %. Estas cifras aparentemente superan por mucho los rendimientos históricos observados en los mercados públicos como el índice S&P 500. Pero, ¿qué se esconde detrás de esta aparente magia financiera? 

El secreto detrás de las cifras espectaculares 

Aunque la IRR se presenta como una tasa de rendimiento, en realidad no lo es. Se trata de un artificio matemático basado en un supuesto poco realista: que cada peso recibido por el inversionista se reinvierte inmediatamente al mismo rendimiento inicial. Este supuesto implica que las primeras distribuciones tienen un impacto desproporcionado en el resultado final, mientras que las posteriores pierden relevancia rápidamente. 

Consideremos un ejemplo sencillo: imaginemos que invertimos 30 millones de dólares en 1976, recuperamos 100 millones en 1980 y actualmente conservamos otros 100 millones. La rentabilidad real dependerá inevitablemente de lo que hicimos con el dinero recuperado en 1980, una variable que desconocemos. Para simplificar este problema, la IRR asume arbitrariamente que el dinero fue reinvertido a la misma tasa inicial. Así, el cálculo queda “bloqueado” e insensible a variaciones posteriores en el resultado de la inversión. 

La consecuencia es sorprendente: si hoy nuestra inversión inicial valiera 100 millones, 1,000 millones o incluso 10,000 millones, la IRR apenas cambiaría. Esta rigidez hace que la IRR sea una cifra poco informativa y fácilmente manipulable por gestores experimentados. 

 

Consecuencias prácticas de una ilusión numérica 

La naturaleza particular de esta métrica tiene consecuencias adversas concretas. Para mantener cifras elevadas, los administradores de fondos suelen acelerar las salidas exitosas en etapas tempranas, asegurando así una IRR atractiva. Al mismo tiempo, pueden conservar inversiones menos rentables sin perjudicar significativamente el resultado reportado. Esta dinámica genera una falsa percepción de estabilidad y consistencia. 

Adicionalmente, existe el sesgo de supervivencia: únicamente aquellos fondos que tuvieron éxitos iniciales sobreviven para reportar cifras impresionantes, distorsionando aún más las expectativas realistas del inversionista promedio. 

 

Cómo evaluar correctamente al capital privado 

Para los inversionistas mexicanos, especialmente quienes son responsables de fondos institucionales (como Afores o family offices), resulta esencial comprender estos puntos. La búsqueda ciega de IRRs impresionantes puede llevar a decisiones equivocadas y una exposición excesiva a inversiones ilíquidas, cuyos rendimientos reales quizá nunca se materialicen. 

Es preferible evaluar los fondos de capital privado utilizando métricas más realistas, como: 

  • Múltiplo del capital invertido (MOIC): refleja el retorno real por cada peso invertido. 
  • Public Market Equivalent (PME): compara el desempeño con índices bursátiles tradicionales. 
  • IRR a horizontes definidos (NAV-to-NAV): mide retornos en períodos concretos (5, 10 o 20 años), eliminando la distorsión causada por salidas extraordinarias en etapas tempranas. 

De hecho, al observar la IRR a horizontes de 20 años, fondos como KKR presentan retornos cercanos al 12 %, cifras mucho más realistas y alineadas con los resultados históricos del mercado bursátil. 

 

Conclusiones y recomendaciones para inversionistas mexicanos 

Ante una métrica tan manipulable como la IRR, la prudencia debe prevalecer. Las cifras espectaculares rara vez reflejan una realidad sostenible. Es recomendable enfocarse en los flujos reales y verificables, en lugar de proyecciones hipotéticas. La calidad real de una inversión no radica en cifras extraordinarias, sino en la consistencia, transparencia y solidez de sus resultados. 

Finalmente, la mejor defensa del inversionista siempre será la diversificación. Combinar inversiones líquidas y transparentes con oportunidades cuidadosamente evaluadas en capital privado, utilizando métricas adecuadas, es la receta ideal para maximizar rendimientos reales y reducir riesgos innecesarios. 

Además, es recomendable contar con la guía de un asesor financiero profesional. Un experto competente puede ayudar a interpretar correctamente estas métricas engañosas, asegurando que las decisiones de inversión se tomen con claridad, sensatez y en concordancia con los objetivos personales y financieros de cada inversionista. 

El dinero inteligente huye de las ilusiones matemáticas. En materia de inversiones, el sentido común y la prudencia siempre prevalecerán sobre las promesas espectaculares. 

  • Phalippou, Ludovic. «The delusion of private equity IRRs», Financial Times, 23 de mayo de 2025.
  • CFA Institute. «Internal Rate of Return: A Cautionary Tale», CFA Publications, 2024.
  • Bain & Company. «Global Private Equity Report 2024», disponible en: https://www.bain.com/global-private-equity-report-2024/
  • Gompers, Paul A., Kaplan, Steven N., Mukharlyamov, Vladimir. «What Do Private Equity Firms Say They Do?», Journal of Financial Economics, 2023.
  • OECD. «Private Equity Investment in Pension Portfolios», OECD Working Papers, 2023.

Autor

Julio Cacho

Autor

Julio Cacho

Miembro de la Facultad de Economía en Rice University, especialista en inversiones cuantitativas y gestión de riesgos con más de 20 años de experiencia. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas. Actuario y Economista (ITAM) con Doctorado en Economía y Finanzas por Princeton University.