¿Puede una economía sin recesiones volverse más frágil?

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Una reflexión para inversionistas mexicanos

En los últimos quince años, el mundo ha vivido un fenómeno inusual: crecimiento casi continuo, volatilidad sorprendentemente baja y una intervención estatal masiva cada vez que surge una señal de riesgo. Para muchos inversionistas podría parecer un triunfo de la modernidad económica. Sin embargo, cuando una economía pasa demasiado tiempo sin un ajuste natural, los incentivos comienzan a distorsionarse y la fragilidad se acumula de forma silenciosa.

Entre 2022 y 2025, el crecimiento real global promedió alrededor de 3% anual, a pesar de choques geopolíticos, guerras comerciales, conflictos armados y presiones inflacionarias. El desempleo en la mayor parte de los países desarrollados se encuentra cerca de mínimos históricos, mientras que las utilidades corporativas globales aumentan con fuerza. El cuadro es, a primera vista, optimista.

Pero desde la perspectiva de los mercados —que siempre incorporan información nueva y ajustan precios cuando los desequilibrios se vuelven insostenibles— este largo periodo de estabilidad contiene riesgos importantes. La ausencia de recesiones no elimina los problemas estructurales: simplemente los posterga. Y mientras se postergan, tienden a amplificarse.

 

Las recesiones cumplen una función económica que no conviene ignorar

Una idea central del funcionamiento de los mercados es que los recursos —capital, talento, innovación— deben fluir hacia donde generan más valor. Las recesiones, aunque dolorosas, son episodios donde se corrigen excesos, desaparecen empresas improductivas y el capital se reasigna hacia usos más eficientes. Es un proceso que fortalece el crecimiento de largo plazo.

Durante la pandemia de 2020 se observaron, de manera muy general, dos estrategias distintas. Europa subsidió empleos y empresas para evitar destrucción. Estados Unidos dejó que ciertos puestos desaparecieran, pero transfirió liquidez a los hogares, permitiendo que los trabajadores se movieran hacia sectores en expansión. El resultado es contundente: la productividad laboral estadounidense ha crecido alrededor de 10% desde 2019, mientras que en la Unión Europea apenas ronda el 2%.

Para los inversionistas mexicanos, esta lección es crucial: la capacidad de una economía para reasignar recursos define su potencial de creación de valor. Cuando los gobiernos protegen de manera indiscriminada, impiden que esa reasignación ocurra y reducen el dinamismo del sistema entero.

 

Tres riesgos silenciosos cuando las recesiones desaparecen

A partir de este contexto, pueden distinguirse tres riesgos principales que han emergido en la última década. Todos tienen implicaciones para los mercados globales y, por lo tanto, para los portafolios de los inversionistas mexicanos.

  1. Riesgo financiero: exceso de confianza y valuaciones tensas

Muchos años sin una crisis profunda generan complacencia. Los inversionistas comienzan a asumir que los mercados “siempre suben”, reducen su aversión al riesgo y pagan precios demasiado altos por activos con perspectivas inciertas.

En los últimos años, los hogares estadounidenses han canalizado más de 3 billones de dólares hacia acciones —la mayor entrada en la historia— y cerca de 30% de su patrimonio ya está expuesto al mercado bursátil. Cuando la percepción de riesgo cae artificialmente, los ajustes posteriores pueden ser especialmente severos.

  1. Riesgo fiscal: gobiernos gastando como si las crisis fueran imposibles

La intervención estatal para evitar recesiones tiene un costo. La deuda pública del mundo desarrollado se encuentra en su nivel más alto desde principios del siglo XIX. Además, los compromisos futuros, como garantías bancarias y programas de salud, han crecido al grado de superar los 130 billones de dólares solo en Estados Unidos.

Cuando los gobiernos asumen responsabilidades ilimitadas, erosionan su capacidad futura de respuesta. Una economía que parece estable puede volverse financieramente vulnerable en cuestión de meses.

México ha mantenido una política fiscal más prudente en comparación, pero la fragilidad de las economías desarrolladas puede transmitirse vía tipos de cambio, flujos de capital y volatilidad en mercados globales.

  1. Riesgo de asignación de recursos: el auge de las empresas zombis

Un número creciente de empresas sobrevive únicamente gracias a condiciones financieras benignas, no por su capacidad de generar valor. Estas empresas zombis consumen crédito, ocupan talento y bloquean innovación. Desde el año 2000, su participación entre compañías listadas ha aumentado de aproximadamente 6% a 9%.

La evidencia es clara: cuando las empresas zombis proliferan, las firmas sanas crecen menos, la productividad cae y la creación de valor se estanca. Para el inversionista mexicano, esto implica que ciertos mercados desarrollados pueden ofrecer retornos reales más débiles en la próxima década si no corrigen estas distorsiones.

 

Implicaciones para el inversionista mexicano

En un entorno donde la estabilidad superficial puede esconder fragilidades profundas, los inversionistas deben adoptar prácticas racionales, disciplinadas y basadas en evidencia:

  1. La diversificación es una necesidad, no un lujo.
    Depender de una sola región —especialmente cuando enfrenta riesgos fiscales, financieros o productivos— expone al portafolio a choques innecesarios. Diversificar globalmente y por factores reduce vulnerabilidades.
  2. Evitar estrategias basadas en pronósticos macroeconómicos.
    Los mercados ajustan precios rápidamente. Intentar anticipar recesiones o picos de tasas es una estrategia poco confiable. Es mejor construir portafolios robustos que funcionen bajo múltiples escenarios.
  3. Mantener una disciplina de largo plazo.
    Las decisiones emocionales —especialmente en periodos de euforia— suelen destruir valor. La consistencia supera al timing.
  4. Valorar señales de productividad.
    Mercados donde la reasignación de recursos es dinámica y donde los incentivos están alineados son más propensos a generar retornos sostenibles.

 

Reflexión final

La estabilidad prolongada que ha caracterizado a muchas economías desarrolladas no es sinónimo de fortaleza. Cuando se impide que las recesiones cumplan su función de corrección, surgen desequilibrios que tarde o temprano exigen un ajuste más costoso. La historia económica muestra que la disciplina, la reasignación eficiente y el respeto a las señales del mercado son indispensables para sostener el crecimiento.

Para los inversionistas mexicanos, navegar este entorno requiere tres principios fundamentales: diversificación amplia, disciplina constante y el acompañamiento de un asesor financiero profesional.

La diversificación protege frente a la incertidumbre global; la disciplina evita caer en ilusiones de estabilidad permanente; y un asesor competente ayuda a construir portafolios que resistan ciclos, modas y distorsiones.

En un mundo donde la estabilidad aparente puede ocultar fragilidades profundas, estos pilares no solo mitigan riesgos, sino que aumentan la probabilidad de alcanzar objetivos financieros con confianza, claridad y serenidad.

  • The Economist (2025). Recessions have become ultra-rare. That is storing up trouble.
  • Caballero, R., & Hammour, M. (1994). The cleansing effect of recessions.
  • Bias, D., & Ljungqvist, A. (2022). Entrepreneurship in recessions.
  • Foster, L., et al. (2016). Reallocation during recessions.
  • Federal Reserve Bank of Chicago. Employment Reallocation Metrics.
  • BofA Securities (2025). The rise of zombie firms in Europe.
  • OECD, IMF, World Bank Data (2023–2025).

Autor

Julio Cacho

Autor

Julio Cacho

Miembro de la Facultad de Economía en Rice University, especialista en inversiones cuantitativas y gestión de riesgos con más de 20 años de experiencia. Ha publicado diversos artículos en revistas académicas. Actuario y Economista (ITAM) con Doctorado en Economía y Finanzas por Princeton University.
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