20 de noviembre
Actualizado: ayer a las 5:37 pm
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The Story
¿Cada vez leemos menos? Qué ha pasado con la industria editorial
Hay quienes dicen que los libros han existido por tantos años que es imposible pensar en su fin. Han superado la incineración, la censura, la industrialización y, con ello, la prueba más difícil: la del tiempo. Y, sin embargo, cada mes se publican nuevos libros, muchas librerías siguen en la misma cuadra que hace 20 años y los burós de cientos de lectores a lo largo y ancho del mundo se llenan cada mes con nuevos libros.
A nivel global, la industria del libro sigue siendo enorme, se estima que el mercado mundial de libros alcanzó aproximadamente $151 mil millones de dólares en 2024, y está proyectado que crezca hasta unos $192 mil millones de dólares para 2030 según Grand View Research. Pero hay países, entre los que está México, que el número de libros leídos por persona está en caída libre y las librerías están desapareciendo poco a poco.
Hoy, en The Story de GBM, traemos los libros a la mesa, pues nos estamos enfrentando a una industria editorial en transformación. Los nuevos críticos de la literatura son BookTokers, los nuevos folletos en librerías son la pauta digital y la nueva forma de ampliar el alcance de un libro es llevarlo a la pantalla grande.
Cómo funciona la industria editorial
Pocos saben realmente cómo llega un libro a nuestras manos y las cientas de personas que se necesitan. Detrás de cada libro colocado en el anaquel de una librería, hay una maquinaría compleja, que incluye autores, traductores, correctores de estilo, agencias literarias, diseñadores editoriales, imprentas, libreros y toda una logística de marketing y de distribución. Cada libro pone en marcha decenas de profesiones que rara vez aparecen en la portada.
Para el autor, las ganancias por libro vendido dependen del modelo de publicación que cada uno negocie con la editorial, en el esquema tradicional, se reciben anticipos y regalías que van del 6% al 15% según el formato, y solo se pagan una vez recuperado el anticipo. También está el camino que no incluye a la editorial, y que se conoce como autopublicación y consiste en que cada autor asume los costos de su edición y producción, esto les permite tener regalías de hasta el 70% en plataformas como Amazon KDP o Spines.
En ese ecosistema, las editoriales son algo así como fondos de inversión: arriesgan capital para descubrir talento y sostener catálogos, apostando a que uno o dos títulos exitosos financien a los demás. Un bestseller puede equilibrar las cuentas de toda una temporada.
Aunque muchas editoriales líderes, como Penguin Random House o Macmillan, son privadas o subsidiarias, varias empresas que cotizan en bolsa están involucradas en el mercado editorial a través de la producción de libros educativos, contenidos académicos, medios digitales y periódicos. Compañías como Pearson (PSON), Wiley (WLY), Scholastic (SCHL) y The New York Times (NYT) operan en distintos segmentos, mientras que conglomerados como News Corp (NWSA) y RELX (RELX) participan mediante filiales enfocadas en libros comerciales y publicaciones especializadas.
¿Y las librerías?
Los libreros han sido jugadores clave en la industria editorial, son quienes acercan a los lectores a las novedades literarias. En muchas ciudades del mundo, las librerías son espacios culturales y de encuentro. Sin embargo, el internet y los marketplaces han modificado la dinámica. Desde hace un tiempo las librerías no son el único espacio para adquirir un libro, unos clics en Amazon son suficientes.
En Ciudad de México existen poco más de 1,100 librerías registradas, una cifra baja si se compara con ciudades como Buenos Aires, donde hay más de 20 librerías por cada 100,000 habitantes. Además, el número de librerías en CDMX se ha reducido sustancialmente (-42% vs 1,562 en el año 2000, según la CANIEM), esto ha sido multifactorial: influyó la industria editorial, pero también el COVID y los precios de las rentas en lugares en los que la gente camina.
El cambio más profundo en la industria no está únicamente en las librerías, también en los formatos. El mercado de libros digitales y audiolibros crece a doble dígito cada año. Plataformas como Kindle, Audible y Scribd han transformado la manera en que consumimos historias. En Estados Unidos, los audiolibros ya superan los mil millones de dólares anuales en ingresos; en México, su adopción es más lenta, pero constante.
Paradójicamente, el auge del libro digital no ha eliminado al impreso; lo complementa. Los lectores combinan formatos: escuchan una novela mientras manejan, usan la versión digital para viajes y compran la edición física para tenerla en sus libreros. Lo que está en juego es el tiempo de atención o entretenimiento, competir contra las series, los podcasts y las redes sociales obliga al libro a pelear por un espacio en la agenda diaria del lector. En ese contexto, el desafío también es cultural: hacer que tomarse el tiempo de leer siga siendo un acto relevante.
Amazon ha convertido los libros en el eje de un ecosistema de negocio circular que trasciende el simple acto de vender literatura. Desde sus inicios como librería en línea en 1995, la compañía eligió este punto de partida porque los libros ofrecían márgenes atractivos y un catálogo prácticamente infinito, ideal para demostrar el poder del comercio electrónico. Con el tiempo, Amazon integró los libros con hardware (Kindle), servicios digitales (Kindle Unlimited, Audible), infraestructura editorial (Kindle Direct Publishing) y producción audiovisual (Prime Video). Esta sinergia convierte cada libro en un punto de entrada a múltiples fuentes de ingresos interconectadas. Por ejemplo, un autor autopublicado puede generar regalías por ventas digitales, impresas y por páginas leídas en Kindle Unlimited, y si su obra gana tracción, podría ser adaptada a serie por Amazon Studios, reactivando el ciclo con un aumento en ventas y consumo de contenido relacionado en otras plataformas del ecosistema.
Este modelo no solo ha consolidado a Amazon como líder absoluto en la venta y distribución de libros (con más del 50% del mercado impreso en Estados Unidos y cerca del 70% en ebooks), sino que ha convertido al contenido literario en un multiplicador estratégico. La compañía capta valor como plataforma de publicación, distribuidor, productor de contenido y proveedor de suscripciones. Lejos de ser un negocio heredado, los libros siguen siendo una infraestructura crítica que alimenta ventas de dispositivos, fidelización a Amazon Prime, expansión de su catálogo audiovisual y la creación de nuevas propiedades intelectuales.
Amazon incrementó sus ingresos 13 % en el 3T25, alcanzando US$180,169 millones, impulsado por AWS y soluciones de inteligencia artificial. Las utilidades netas subieron 37.9 % a US$21,200 millones, pese a cargos extraordinarios. AWS creció 20 % y representa ya el 18 % de los ingresos. En GBM forma parte de muchas estrategias de inversión incluyendo las Top Picks Internacionales.
Del libro al cine
En la economía del libro contemporáneo, los derechos audiovisuales se han convertido en una segunda vida y, en muchos casos, en la más rentable de las historias. Cada novela que conquista lectores puede transformarse en un guion para una serie o una película. Y esa posibilidad, más que un accidente creativo, es parte estratégica del negocio editorial. Vender los derechos para adaptar un libro al cine o a plataformas de streaming representa una fuente de ingresos que puede cambiar por completo el destino de un autor o una editorial. En Estados Unidos y Europa, los grandes grupos editoriales cuentan con departamentos jurídicos dedicados específicamente a negociar estos contratos.
En México, la profesionalización de la literatura como contenido audiovisual apenas comienza. Ejemplos como Nadie nos vio partir, de Tamara Trottner, que llegó a Netflix tras vender miles de ejemplares, o Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor, traducida a varios idiomas, muestran el potencial. También Las muertas, de Javier Ibargüengoitia, se ha convertido en una historia de culto que refuerza esta tendencia.
En Estados Unidos, el fenómeno está más consolidado. The Summer I Turned Pretty, de Jenny Han, revivió una trilogía de 2013 tras su adaptación en Prime Video. Pero el caso más emblemático es el club de lectura de Reese Witherspoon, quien recomienda libros —casi siempre protagonizados por mujeres—, y luego los adapta con su productora Hello Sunshine. Así, títulos como Big Little Lies o Where the Crawdads Sing pasaron de las páginas a la pantalla, convirtiendo la lectura en un negocio integral: descubrir, producir y multiplicar.
La industria editorial vive una paradoja: nunca tuvo tanta competencia por la atención del lector, pero tampoco tantas formas de alcanzarlo. Enfrenta desafíos como bajos niveles de lectura, concentración de mercado y piratería, pero también oportunidades en la digitalización, el alcance global, las traducciones y nuevas experiencias de lectura. El futuro del libro no está solo en librerías o plataformas, sino en su capacidad de adaptarse sin perder su esencia. Como dice Irene Vallejo: “Los libros vencieron a los imperios, sobrevivieron a las hogueras, escaparon de los naufragios.” Quizá no leemos menos, solo leemos distinto. Y mientras haya quien escriba, edite, imprima y comparta historias, siempre habrá alguien que abra un libro y no lo quiera soltar.