27 de septiembre
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The Story
El Osito Bimbo y el imperio global del pan
En México, no hay hogar donde el nombre Bimbo no evoca una imagen inmediata: el pan blanco en la mesa del desayuno, el Gansito en la lonchera, las tortillas de Tía Rosa para la comida. La empresa mexicana ha trascendido como pocas: de ser un emprendimiento familiar en los años cuarenta pasó a convertirse en la panificadora más grande del mundo, con operaciones en 39 países y un portafolio de más de 9,000 productos.

Pero lo que hace fascinante la historia de Bimbo no es solo su escala, sino cómo logró que un producto tan básico como el pan se convirtiera en el eje de un imperio global. Mientras muchos la ven como una empresa “de toda la vida”, detrás existe una maquinaria de innovación, adquisiciones y distribución que la coloca como un caso único en el mundo del consumo masivo.
En la Bolsa, la acción de Grupo Bimbo cotiza alrededor de $58 pesos, con un múltiplo de 6.4x EV/EBITDA 2026e, un nivel que refleja más escepticismo que reconocimiento: el mercado parece castigarla por su ciclo de inversión y por los retos en Norteamérica, asumiendo que sus márgenes nunca volverán al histórico 13 y 14%. Sin embargo, el análisis profundo sugiere otra historia: el CAPEX fuerte ya quedó atrás, México sigue siendo un pilar de rentabilidad y los snacks, en especial Takis, podrían detonar una segunda ola de crecimiento.
Hoy en The Story, te platicamos la historia de cómo un osito blanco se volvió un icono global, cómo Bimbo enfrenta un mercado que lo valora como local y por qué podría ser una de las joyas escondidas de la Bolsa mexicana.
El origen de un imperio
La historia de Bimbo comenzó el 2 de diciembre de 1945, con una idea aparentemente sencilla: ofrecer un pan que no solo fuera delicioso, sino también nutritivo y fresco. Sus fundadores, Lorenzo Servitje, Jaime Jorba, Jaime Sendra, José T. Mata, Alfonso Velasco y Roberto Servitje, soñaban con llevar a cada cocina de México un producto elaborado con los más altos estándares de limpieza y calidad, algo que pudiera compartirse en familia con confianza y alegría. En aquella primera planta panificadora, la producción era modesta, pero ambiciosa, solo se elaboraban cuatro tipos de pan: Superpan Bimbo grande, chico, negro y tostado.
El nombre Bimbo surgió en 1943, cuando los fundadores elaboraron una lista de posibles nombres para su nueva empresa. Entre opciones como Pan Rex, Pan Nieve y Sabrosoy, apareció “Bimbo”, marcado con un círculo. La hipótesis más aceptada es que nació de la combinación de Bingo (el juego) y Bambi (el personaje venado de Disney). Años más tarde, descubrieron que “bimbo” significa niño en italiano coloquial, capullo en húngaro y en chino representa el sonido para referirse al pan. Sin planearlo, eligieron un nombre corto y con un significado universal.
El éxito fue inmediato. En un país donde la panadería tradicional dominaba, la novedad de un pan de caja con vida de anaquel, envoltura higiénica y distribución masiva se convirtió en símbolo de modernidad.
El Osito Bimbo, representante de la empresa, es una marca registrada. Nació del trazo de Anita Mata, inspirado en una tarjeta navideña. Este personaje es hoy uno de los más famosos de México, tanto por su ternura, como por los productos representa.
Lo que empezó con pan blanco, pronto se expandió a bollería, pastelitos, galletas y tortillas. Marinela comenzó en 1954, cuando Bimbo experimentó con pastelitos al estilo americano: redondos, espatulados, sin decorado y con sabores clásicos como naranja, fresa y chocolate. Con alma de pasteleros, los fundadores siempre soñaron con llevar dulces al corazón de las familias mexicanas. Para ello, crearon una empresa especial llamada Pabisa (Pastelería y Bizcochos, S.A.), que más adelante adoptaría el entrañable nombre de Marinela.
En la década de los setenta, Grupo Bimbo dio un salto histórico en su capacidad de producción. En 1972 inauguraron la planta panificadora más grande de América Latina y una de las diez más grandes del mundo. Ubicada en un terreno de 22 hectáreas en el antiguo rancho de San Pedro Xalapa, la instalación no solo destacaba por su tamaño, sino también por la tecnología de vanguardia, que permitía producir un pan y medio de tamaño grande por segundo, con altos estándares de higiene y de calidad. Apenas dos años después, en un terreno vecino, se levantó la planta de Marinela, equipada también con lo más avanzado de la época.
El salto internacional
Si los primeros 30 años fueron de consolidación en México, los siguientes se caracterizaron por la expansión internacional. Desde los ochenta, Bimbo entendió que su modelo de distribución directa y sus marcas podían replicarse fuera de su país de origen.
El primer paso llegó en 1984 con su primer envío a Houston, Texas. En 1989 se fundó Bimbo Centroamérica y se abrió su primera planta fuera de México, en Guatemala. Durante los noventa, se creó la Organización Latinoamérica (OLA) y se adquirieron empresas en Chile, Venezuela y Brasil. También se establecieron operaciones en El Salvador, Costa Rica, Argentina, Perú, además de asociarse con Noel en Colombia.
Con Daniel Servitje como director desde 1997, el crecimiento global se aceleró. En 1998 compró Mrs. Baird’s en Texas, y en 2002 adquirió marcas clave como Oroweat y Thomas’ en Estados Unidos. Más tarde, expandió su huella hacia Europa y Asia, con presencia en la República Checa y la entrada al mercado chino en 2006. En 2018 fortaleció su posición en China al adquirir Grupo Mankattan. Hoy, cuenta con 245 plantas y 1,500 centros de ventas en 39 países.
Grupo Bimbo cuenta con comparables bursátiles tanto en México como a nivel internacional. En la Bolsa Mexicana de Valores destacan Gruma (GRUMAB), enfocada en harina de maíz y tortillas; Grupo Herdez (HERDEZ), especializada en alimentos procesados; y Arca Continental (AC), con operaciones en bebidas y snacks. En mercados internacionales, compite con firmas como Mondelez International (MDLZ, Nasdaq), conocida por sus snacks y galletas; General Mills (GIS, NYSE), con fuerte presencia en cereales y productos lácteos; y PepsiCo (PEP, Nasdaq), líder en bebidas y botanas.
El músculo de la distribución
Si hay un activo que define a Bimbo, es su red de distribución. Con más de 54,000 rutas en todo el mundo, la mayoría de ellas directas al punto de venta, permiten que sus productos lleguen a tiendas de conveniencia, supermercados, farmacias y hasta la tiendita de la esquina.
En México, prácticamente ningún competidor puede replicar este modelo: Bimbo alcanza el 98% de los puntos de venta del país, incluyendo 1.2 millones de pequeños comercios. Esto le da un poder único para mantener visibilidad, rotación de producto y, sobre todo, fidelidad de marca.
Además, ha invertido en una de las flotas eléctricas más grandes de América, con más de 4,200 vehículos, así logran articular la logística con la sostenibilidad. El sistema es tan robusto que ha sido estudiado por escuelas de negocios como un ejemplo de cómo la logística puede ser una ventaja competitiva insuperable.
En 2012, diseñadores mexicanos de Moldex, filial de Grupo Bimbo, desarrollaron el primer vehículo eléctrico de la empresa, impulsando una logística más sostenible. Alimentados con energía limpia del Parque Eólico Piedra Larga y techos solares, estos vehículos forman parte de un modelo circular sustentable. Hoy, Bimbo opera la flotilla eléctrica más grande de México y una de las más relevantes en América Latina.
Takis Fuego aquí y en China
Si el pan es la base del negocio, los snacks son la carta de crecimiento. Barcel, la subsidiaria enfocada en botanas, ha convertido a Takis en un fenómeno global. Nacidos en México como un experimento de tortilla enrollada con sabor intenso, su explosión llegó en Estados Unidos, impulsados por la creciente población de origen latino y por las generaciones jóvenes que buscaban snacks más atrevidos. Hoy, Takis tiene un 13% del mercado de tortilla chips en Estados Unidos y un lugar entre las 20 marcas más vendidas del país.
El fenómeno recuerda al boom de marcas como Cheetos o Doritos hace décadas: un producto con fuerte identidad cultural que logra escalar a lo mainstream. Y en la medida en que Barcel crece, surge la pregunta: ¿debería Bimbo escindir su división de snacks para desbloquear valor, como han hecho otros gigantes de consumo? Los analistas calculan que Barcel podría valer más en múltiplos high teens que dentro de la estructura consolidada.
Pero más allá de su expansión global, México sigue siendo el corazón de Bimbo. El mercado local concentra alrededor de un tercio de las ventas y más de la mitad del EBITDA, con márgenes superiores al 20%, niveles poco comunes en empresas de consumo masivo. La fidelidad del consumidor mexicano, la red de distribución y el portafolio icónico (Bimbo, Tía Rosa, Gansito, Marinela) hacen que la operación local sea un bastión de rentabilidad. Incluso en entornos de inflación o depreciación del peso, la demanda se mantiene sólida: el pan es un bien básico y los snacks se han vuelto parte de la cultura popular.
El imperio global del osito
Norteamérica es hoy el mercado más grande en ventas para Bimbo, pero también el más desafiante. La compañía es líder en pan en Estados Unidos y Canadá con marcas como Thomas’, Entenmann’s, Oroweat y Dempster’s, aunque sus márgenes se han deteriorado de un pico de 22% en 2020 a solo 8.4% en 2024. Las razones son claras: altos costos laborales, inflación logística, competencia feroz de marcas propias y la reestructuración de su cadena de valor. El foco ahora está en recuperar rentabilidad mediante eficiencia operativa y la premiumización de productos, con la meta de regresar gradualmente a márgenes de entre 12 y 14% en los próximos cinco años. En esta ecuación también juega Barcel, ya que Takis ha demostrado ser una vía estratégica para diversificar ingresos más allá del pan y entrar de lleno en categorías de snacks de mayor margen.

En Europa, Bimbo ha alcanzado posiciones de liderazgo en países como España, Portugal y Rumania, donde sus marcas locales son referentes, mientras que en el Reino Unido es líder en bagels y bollería con New York Bakery y otras marcas. En Asia y África las operaciones aún son incipientes, pero representan una apuesta de largo plazo. Con presencia en India, China y Túnez, la compañía busca sembrar en mercados con poblaciones gigantescas y bajo consumo industrializado de pan, que podrían convertirse en motores de crecimiento en el futuro.
Detrás de esta expansión está una cultura de adquisiciones disciplinada. En dos décadas, Bimbo ha comprado más de 60 compañías, integrando desde marcas locales hasta gigantes como Sara Lee en Estados Unidos o Canada Bread. A diferencia de otras empresas que enfrentan dificultades para integrar portafolios diversos, Bimbo ha mostrado una notable capacidad de asimilación. Sus deterioros de goodwill han sido mínimos, lo que refleja disciplina financiera y la capacidad de mantener el valor de las marcas adquiridas.
¿El momento de dar una mordida más?
Bimbo se enfrena a una paradoja: es líder global, con diversificación geográfica y un portafolio robusto, pero el mercado la valora como si fuera una empresa local. Cotiza a múltiplos de apenas 6 a 7 veces EV/EBITDA, mientras que sus pares internacionales rondan entre 10 y 16 veces. Detrás está el escepticismo de que sus márgenes puedan recuperar el terreno perdido. Sin embargo, si vuelve a niveles históricos de entre 13% y 14%, el valor justo debería ubicarse en un rango de $80 a $90 por acción, frente a los $58 actuales. Con un precio objetivo de $87, el potencial de alza es casi del 50%. Un catalizador adicional sería la posible escisión de Barcel, que podría ser valuada con múltiplos propios de la industria de snacks y liberar aún más valor para los accionistas.
Bimbo combina cultura popular, logística impecable y una expansión global que la coloca entre los grandes jugadores de la industria de alimentos y bebidas. El reto está en convencer al mercado de que su escala, oferta y operación merecen una valuación mucho más alta de la que hoy refleja el precio de su acción.