En la historia de los negocios, cuántas veces hemos escuchado de las empresas que alguna vez dominaron sus industrias, pero no lograron adaptarse a las transformaciones del mercado. ¿Se acuerdan de Eastman Kodak Company, la compañía insignia en la fabricación de cámaras fotográficas desechables y de filme plástico que no reaccionó a la adopción de cámaras digitales? O qué decir de Blockbuster, la empresa principal en la renta de películas y videojuegos que rechazó comprar Netflix y años después se declaró en bancarrota. Todos estos son claros ejemplos de cómo el liderazgo del mercado puede evaporarse… y rápido. Si bien, Intel no se encuentra condenado ni en bancarrota, una serie de malas decisiones le han hecho perder su posición en Silicon Valley y solo el tiempo dirá qué tan bien podrá navegar el futuro incierto que le depara.
Intel fue el líder indiscutible en la fabricación de microprocesadores. A lo largo de sus 56 años de operación, innovación y gracias a alianzas clave, logró ser, durante décadas, la compañía más grande de semiconductores del mundo. Esto ya no es una realidad pues, recientemente, la empresa se ha encontrado con muchas complicaciones que la han llevado a desaprovechar una de las tendencias más beneficiosas para la industria de semiconductores, desde que Intel los inventó.
Hoy en The Story… analizaremos el crecimiento y la desaceleración del titán de tecnología, Intel.
¿Cómo Intel llegó a la cima?
Intel nació en 1968. Sus fundadores, que ya habían establecido un exitoso negocio de semiconductores, querían enfocarse en la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías. Con ese objetivo es como empezó la historia de innovación de Intel.
Apenas unos años después, el fabricante lanzó el primer microprocesador comercial llamado Intel 4004 que revolucionó la tecnología computacional y permitió el desarrollo de la computadora personal.
Intel fue rápido en identificar las oportunidades del mercado y, en 1980, hizo una colaboración con una empresa originaria de Albuquerque que nadie conocía. La empresa era dirigida por el hijo de un destacado abogado del Estado de Washington, de apellido Gates.
Microsoft, que empezaba a explotar el diseño de una computadora personal, eligió los procesadores x86 de Intel para su sistema operativo. El boom de la computadora personal convirtió la colaboración en la alianza más poderosa del mundo tecnológico. El impacto fue tan fuerte que el mercado la bautizó como el duopolio de “Wintel”.
La alianza de Microsoft e Intel, conocida como “Wintel”, llegó a su fin en 2017, cuando el fabricante de software decidió integrar procesadores de base ARM para sus servidores por medio de las empresas Qualcomm y Cavium.
No tuvo que pasar mucho tiempo para que el crecimiento de Intel fuera exponencial y dominara, sin nadie que le compitiera, el mercado de microprocesadores.
Se les acaba la visión
En 2007, Intel ya estaba posicionada como una de las 500 compañías más grandes del mundo y líder de la industria de microprocesadores. La principal competencia era AMD, pero se trataba de una empresa 21 veces más chica que Intel en aquel momento. Lo cierto es que, en aquellas épocas, el mercado estaba transformándose y los teléfonos móviles, que se volvían cada vez más demandados y poderosos, requerían de procesadores específicos, pues debían de ser construidos con dimensiones más reducidas a los de una computadora personal.
Apple, un importante cliente a quien Intel ya le proveía de procesadores para sus computadoras iMac y MacBook, solicitó explorar la posibilidad de fabricar microprocesadores para un nuevo proyecto que buscaba integrar un iPod con un teléfono, el iPhone.
Intel no le dio importancia a la petición de Steve Jobs, pues desestimó el potencial que tenía el iPhone. Al no poder acordar un precio, Intel rechazó la oportunidad. El resto es historia, pues el celular de la compañía de Cupertino se convirtió en un rotundo éxito y Apple eventualmente fabricó sus propios chips para los dispositivos iPhone y iPad.
Esta no fue la primera vez que Intel perdió una importante oportunidad de negocio y de adaptación a un mercado cada vez más dinámico. Según reportes de Reuters, en 2017, Intel tuvo la posibilidad de adquirir hasta el 30% de OpenAI, la empresa creadora de ChatGPT, por un monto que, para los niveles de ingresos que tenía Intel en ese momento, representaba solamente seis días de ventas.
El entonces CEO de Intel decidió abandonar el trato de $1,000 millones de dólares porque pensaba que los modelos de Inteligencia Artificial en los que trabajaba OpenAI no tendrían futuro en el mercado. Hoy, OpenAI está negociando una nueva ronda de inversión que está evaluando la compañía en $150,000 millones de dólares, lo que representa un incremento de 50 veces la valoración en la que Intel pudo adquirir su participación en la empresa.
La pandemia y el boom de microchips
En 2020 llegó la pandemia. La gente, encerrada en sus casas, ya no tenía que hacer sus gastos habituales como gasolina, comida fuera de casa, café, etc. Esto provocó un paro repentino a las economías del mundo… y a las cadenas de producción que, de un momento a otro, ya no tenían ni la demanda por sus bienes, ni el personal para poder operarlas, por lo que se colapsaron.
Ante esta situación, la Reserva Federal de Estados Unidos adoptó una política monetaria expansiva, bajando tasas y con una flexibilización cuantitativa (QE), que implicaba comprar bonos a gran escala para incrementar el activo circulante de la economía.
Al poco tiempo, los gobiernos federales y estatales de Estados Unidos empezaron a otorgar ayudas económicas a las familias de trabajadores, pequeños negocios y a la industria en una iniciativa conocida como Covid-19 Economic Relief Plan. Este programa inyectó miles de millones de dólares a las economías de las familias que, sin mayores gastos, empezaron a comprar electrodomésticos, videojuegos, computadoras, pantallas de televisión, teléfonos e incluso autos. ¿Y qué tienen en común todos estos? Que usan microchips.
Ante una creciente demanda, las cadenas de producción comenzaron lentamente a adaptarse, pero el suministro global de microchips no estaba preparado para el incremento tan acelerado y repentino.
Intel es actualmente capaz de hacer microchips con el proceso de 7 nanómetros, mientras que su competencia en fabricación de chips para terceros TSMC ya utiliza tecnología de 3 nanómetros, lo que permite tener más capacidad de procesamiento en menor espacio.
Intel, a diferencia de algunos de sus competidores, como AMD, tenía una fuerte dependencia de sus cadenas de producción locales dentro de Estados Unidos. Si bien esto había sido una ventaja competitiva para Intel, durante la pandemia lo vio reaccionar muy lento a la demanda e innovación; mientras AMD, que dependía de la asiática Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC), fue más ágil en su recuperación y en la oferta de microchips, ganándole participación de mercado a Intel.
Para mediados de 2022, el tamaño de Intel rondaba los $145,000 millones de dólares, mientras que AMD ya superaba los $150,000 millones de dólares.
Vía: GBM Media
Se cancela el dividendo
Los problemas solo incrementaron para Intel, tanto que, en el segundo trimestre de 2024, la compañía reportó pérdidas de 1,600 millones de dólares y la acción cayó 40% en los primeros seis meses del año, por lo que la preservación de efectivo fue la prioridad en la dirección de la empresa.
Durante décadas, Intel había sido vista como una acción sólida, con un dividendo que simbolizaba estabilidad y confianza para el mercado. No obstante, las capacidades financieras de la empresa la llevaron a suspender su dividendo en julio de 2024. Esta cancelación fue un golpe inesperado que generó incertidumbre en los mercados y llevó a una caída en el precio de sus acciones.
Vía: GBM Media
La reestructuración
El CEO de Intel, Pat Gelsinger, ha presentado un plan para reestructurar la compañía, que incluye la reducción de gastos por más de $10,000 millones de dólares para 2025.
El ahorro proviene de varias áreas, como es la disminución del 15% de su plantilla laboral, la suspensión de su dividendo, la interrupción de importantes inversiones en Europa (como la planta de $30,000 millones de euros en Magdeburg), la venta de su participación en algunas empresas como Altera y de dos terceras partes de las propiedades inmobiliarias que tiene la compañía en el mundo. Pero uno de los puntos más importantes para la reducción de sus gastos es el spin-off de su negocio de producción de chips para terceros, el cual ahora podrá operar como una subsidiaria separada de la operación de Intel, con inversión de terceros y un gobierno corporativo independiente.
Intel ya está llamando la atención de otras empresas, como Qualcomm, que se postuló para adquirirla, mientras que algunos fondos de inversión como Apollo Global Management han ofrecido miles de millones de dólares a Intel en inversiones de capital para impulsar su reestructura.
Son momentos clave para el futuro de Intel. ¿Será capaz de retomar el liderazgo de su sector y abrazar la innovación para no quedarse rezagada? ¿O el futuro que le depara a la empresa será un colapso comparable al de compañías como Kodak o Blockbuster? El tiempo y las decisiones que se tomen ahora lo dirán.